miércoles, 15 de diciembre de 2010

Odio los días 15.

Hola! (sé que es un mísero saludo, pero es que no sé ni cómo empezar... qué te digo, si es que me estás escuchando?)

Sé que prometí que iría a verte todos los días 15 a donde quiera que estuvieses, y también sé que, desde el primero que fui he hecho como que se me ha olvidado. Sí, me estoy comportando como una auténtica cobarde, lo que viene a ir siendo huir de la realidad a toda costa.

Ya es el sexto, quién lo diría. Seis meses sin tí. Y las cosas han cambiado, créeme que han cambiado. La enana ya anda, sabes? Está lindísima, aunque es igual que su padre (qué le hacemos, no podía ser perfecta) y bueno, normalmente es buena, pero hoy estaba insoportable (como todos, hoy ha sido un día difícil ¿sabes?), me ha llegado yogur y fruta hasta el pelo (la he tenido que subir en mis hombros para que se estuviera quieta, como lo oyes!). Es la única alegría que tenemos en casa, y menos mal, porque si no no sé qué sería de nosotras.

Mamá no está mal. O al menos, hace como que no lo está cuando estamos delante. Me he dado cuenta de que de mayor quiero ser como ella. Es una tía fuerte. Dice que ahora entiende que te quejaras de tanto papeleo, que ella no sirve para estas cosas, pero yo creo que lo hace estupendamente. Te echa mucho de menos. A mí no para de darme la lata con los estudios, desde luego si no lo hago no es por falta de aviso.

Las hermanas están bien, ya sabes tú. Cada una con sus manías, y con sus tonterías, pero bien. Una con hipocondria extrema, la otra con su gimnasio, qué te voy a contar. Felices con sus vidas, con sus rutinas.

De mí... qué te digo de mí? No sabes cuánta falta me haces. Echo de menos el beso de buenos días, el que te daba al llegar del trabajo, y cuando te ibas, y el de cuando volvías a llegar. Echo de menos el ruido de tus llaves (porque ningunas suenan igual) a las 8 de la tarde. Que me sacaras el coche porque me daba miedo. Tus silbidos cuando llegabas. Los paseos en bici por la playa. El huevo kinder de los domingos, que se acabó a los 15 pero que de vez en cuando y cuando menos lo esperaba (y más falta me hacía) me regalabas, aunque fuera "mu grande pa esas tonterías". Decirte "te está creciendo pelo eh? :P". Los periódicos. Tu risa viendo los dibujos de la pantera rosa. Que me dijeras siempre que no, aunque luego acabara convenciéndote.

Va a ser la peor navidad de la historia. Pero también fueron los veintiún años, dos meses y nueve días mejores de mi vida. Sólo espero que me entiendas por no ir a verte. Que en días como hoy me vuelva realista y sea consciente de que no te voy a volver a ver no implica que el resto de los días me asome a tu cuarto a darte las buenas noches, y que oiga la puerta y piense que eres tú, y que vea el coche aparcado en la puerta y piense que vuelves de trabajar.

Seis meses, diecinueve horas, cincuenta y cinco minutos. Mejor no contar los segundos, sería multiplicar el sufrimiento por sesenta, y no sé hasta qué punto sería soportable.



Sin sonrisas

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